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martes, 14 de junio de 2011

El destino de los hijos de Lir




Hoy os traigo una bellísima leyenda celta que ya hace tiempo que leí y que creo merecedora de ser compartida y comentada por todos vosotros. Su título original en irlandés antiguo es: Oidheadh Chlainne Lir , Clann Lir" o "Leannaí Liry” y es una de las historias tradicionales irlandesas más enigmáticas y conocidas. La leyenda es parte del ciclo mitológico irlandés, que consta de numerosos cuentos en prosa y poemas que se encuentran en los manuscritos medievales. Aunque el núcleo de la historia podría haber sido compuesto en el siglo XI, el texto más antiguo data del siglo XVI, con algunos párrafos adicionales escritos en el siglo XVII.

Antes de nada tengo que decir que el tiempo es muy problemático en este tipo de leyendas. Los celtas no tenían una concepción lineal del tiempo, de hecho, era más comúnmente percibida como eternos círculos en espiral englobados dentro los unos en los otros. El pasado es el futuro y el futuro es el pasado, el presente para los celtas en cambio es lo que ha sucedido y sucederá.
La Leyenda

Tras la batalla de Tailltin, los Tuatha de Danann se reunieron para designar un nuevo rey: Bobd Dearg algo que no agradó demasiado a  Lir, rey de la Colina del Campo Blanco, quien abandonó la reunión sin despedirse ni hablar con nadie; ya que pensaba que él mismo era quien tenía que ser rey. A pesar de esto, Bobd fue coronado como rey por unanimidad. Posteriormente se persiguió y atacó a Lir y se quemó su casa al no aceptar al nuevo rey. 

La vida siguió su curso hasta que una gran desgracia se cernió sobre Lir, ya que su esposa murió tras tres noches de angustiosa enfermedad. Este hecho le afectó duramente dejándolo en la más triste depresión. Las noticias llegaron a oídos del nuevo rey, que reunido con sus mejores hombres, pronunció:

-Si Lir quisiera, mi ayuda y amistad le darían buen servicio, tras la muerte de su esposa. Porque aquí tengo a tres jóvenes muchachas, mis propias hijas de cría (La costumbre en Irlanda en esa época era que los hijos de las familias nobles se entregaban a otra familia para ser criados y educados.) con la mejor figura, apariencia y prestigio para él.

Con apoyo de los allí presentes se enviaron mensajeros a Lir con la oferta, oferta que Lir aceptó escogiendo a la mayor de las jóvenes, Aobh como su esposa. Con el paso del tiempo la mujer dio a luz a una hija y un hijo: Finnuala y Aobdh. Más tarde le daría otros dos hijos: Fiachra y Conn. Sin embargo Aobh murió durante el parto, lo que afectó gravemente a Lir, y solo por el amor y dedicación a sus hijos pudo evitar morir de pena. 

Aoife, la esposa de Lir.
Nuevamente las noticias llegaron a la mansión del rey Bobd quienes lloraron a Aobh con gran desazón. Tras ello el rey decidió que la amistad con Lir debería renovarse con un nuevo matrimonio con la hermana de Aobh, Aoife. Lir aceptó la proposición ya que así sus hijos tendrían una nueva madre. Aoife mostró al principio un gran afecto y consideración por los hijos de su hermana; de hecho no había siquiera una persona en el reino que al ver a los cuatro niños no llegara a amarlos de todo corazón. 

El rey Bobd acostumbraba a menudo a ir a la casa de Lir, por el amor que profesaba a los niños a los que solía llevar a su propia casa para pasar allí largas temporadas y así transcurrieron los días calmados y felices hasta que un fuego de celos descontrolado se prendió en el alma de Aoife, la cual empezó a mostrar gran desagrado y odio hacia los hijos de su hermana. 

Simuló estar enferma durante casi un año entero como treta para reclamar aquella atención que se le había rechazado a favor de los hijos de Lir. No terminaron ahí sus celos ya que un día ordenó que prepararan su carro de caballos, subió a los cuatro niños en él y se fueron hacia la casa de Bobd Dearg; pero Fionnuala no tenía intención de ir con ella, ya que sospechaba que su madrastra tenía en mente algún malvado plan, alentada por un sueño premonitorio en el que se le indicaba la traicionera actitud que Aoife albergaba en su mente. Sin embargo, no pudo hacer nada al respecto ni escapar de los males que estaban por venir.
Cuando estaban lejos, Aoife mandó a sus servidores matar a los niños dando como recompensa cualquier cosa que ellos quisieran, sin embargo todos se negaron a hacerlo. Al observar aquella imprevista negativa, Aoife sacó una espada para dar muerte a los niños; mas por ser mujer y no tener la fortaleza y coraje necesario no fue capaz de hacerlo

Continuaron su camino hasta llegar a Loch Dairbhreach, el Lago de los Robles, donde descansaron los caballos; Aoife entonces hizo que los niños fueran a bañarse al lago. En cuanto vio que estaban en el agua, los golpeó con una varita druídica y les dio la forma externa de cuatro cisnes, blancos y hermosos. Y esto fue lo que ella dijo:

-Iros, hijos de Lir, vuestra suerte os ha abandonado para siempre; triste será vuestra historia cuando sea contada a vuestros amigos; y vuestros gritos y sollozos serán oídos por bandadas de pájaros para siempre.



Y Fionnuala le contestó:

-Bruja; ahora sabemos que ese es tu nombre, nos has golpeado sin esperanza de ayuda o de respiro; más aunque nos arrojes de ola en ola, veces habrá cuando toquemos tierra. Conseguiremos ayuda cuando seamos vistos; ayuda y todo lo que necesitemos; y aunque tengamos que dormir en las aguas del lago, en nuestras mentes siempre estará la idea y el propósito de salir de allí. Una muy mala acción es la que has hecho y un mal pago de nuestra amistad, el destruirnos sin motivo o causa alguna; ello será motivo de venganza contra ti, te hará caer en desgracia; y ahora proclama los límites del tiempo que estos encantamientos han de durar en nosotros.

-Lo haré-dijo Aoife.- Hasta que la Mujer del Sur y el Hombre del Norte se unan no se romperá mi encantamiento. Nadie podrá devolveros vuestra forma humana hasta que hayais pasado 300 años en Loch Dairbhreach, otros 300 años en Sruth na Maoile entre Irlanda y Escocia, y otros 300 años en Irrus Domnann  e Inis Gluaire; y esos serán vuestros viajes y vuestros destinos desde ahora.
 
Pero Aoife sintió ahora una pizca de arrepentimiento y añadió:

-Como no os puedo ayudar de otra forma, podéis no obstante conservar la voz y el idioma humano; y cantaréis siempre la dulce música de los sidh, que pondrá a los hombres de la tierra a dormir, y no habrá música en el mundo igual  a la vuestra; y vuestros sentidos y vuestra nobleza permanecerán con vosotros, para que no os sintáis demasiado desgraciados bajo la forma externa de pájaros. Debéis escuchar con cuidado ya que cuando suenen campanas anunciando una nueva fe, el final de vuestro encantamiento, y de vuestro exilio, estará cerca. Y apartaos ahora de mi vista, hijos de Lir-continuó-con vuestros rostros blancos.

Tras decir esto, Aoife regresó al palacio de Bobd Darg, quien le preguntó la razón por la que no traía a los niños de Lir con ella.

-Te lo diré-respondió ella-es porque Lir ya no te tiene aprecio, y no quiere seguir confiándote el cuidado de los niños, por miedo a que los mantengas apartados de él para siempre.

Bobd no creyó las palabras de la mujer ya que intuyó que en ellas había engaño y envió mensajeros al norte, a la casa de Lir. Cuando los mensajeros le contaron las palabras de su esposa, Lir se mostró descorazonado y triste, ya que comprendió de inmediato que Aoife había realizado alguna seria maldad contra sus hijos. A la mañana siguiente, muy temprano, se dirigió con sus ayudantes hacia el suroeste. Y cuando llegaron a la playa de Loch Dairbhreach, Lir se acercó a la orilla del lago, notando la presencia de los cuatro cisnes con voces humanas que se le acercaron rápidamente al verlo llegar. Lir les preguntó la causa de que poseyeran tal virtud, ante lo cual, Fionnuala, le relató la triste y dolorosa verdad: ellos eran sus hijos, encantados por su propia esposa debido a sus enfermos celos y no había forma alguna de deshacer el encantamiento hasta pasados 900 años. Cuando Lir y sus gentes oyeron aquello, dieron tres estentóreos gritos de pena y de dolor

-¿Podéis pensar-dijo Lir-en venir hacia nosotros aquí en la orilla, ya que aún poseéis vuestro sentido y vuestra memoria?

-Poseemos la facultad-respondió Fionnuala-de vivir con cualquier persona de ahora en adelante; pues aún tenemos nuestro idioma y la facultad de poder cantar dulce y bella música, suficiente para satisfacer y dar placer a cualquier raza humana. Permaneced aquí esta noche-continuó-y os ofreceremos esa música. 

Aoife como bruja de los aires
Y así, Lir y sus gentes se quedaron allí escuchando la música de los cisnes y durmieron pacíficamente esa noche en aquellas playas. A la mañana siguiente Lir se levantó temprano maldiciendo a Aoife con gran énfasis y se dirigió entonces al palacio de Bobd Dearg, donde fue muy bien recibido aunque el rey le reprochó que no hubiera traído con él a sus hijos. Lir, le contó al momento toda la dolorosa verdad acerca de los niños y su fatídico destino. Bobd sintió un gran sobresalto al oír todo aquello, y supo de inmediato que lo que su amigo le decía era cierto, y le gritó a Aoife un duro reproche:

-Al final esta traición será mucho peor para ti, mujer, que para los hijos de Lir. ¿Cuál es la peor figura externa que tú pudieras pensar para ti misma?-dijo.

-Lo peor que pudiera pensar sería que me convirtiera en una bruja volando por los aires-respondió ella. 

-Pues esa es la figura en que te voy a convertir ahora-dijo Bobd. 

Y sin más, la golpeó con una varita druídica, y ella se convirtió inmediatamente en una bruja de los aires, y así se fue volando llevada por los vientos, y así continúa hasta hoy, y continuará hasta el fin de la vida y del tiempo.

En cuanto a Bobd y los Tuatha de Danann, se dirigieron a las playas de Loch Dairbhreach y acamparon allí para ver y escuchar a los cisnes. Gentes desde todas las regiones de Irlanda llegaron hasta allí, porque nunca pudo escucharse una música comparable a aquella. Y las aves acostumbraban a contar sagas y a conversar con los hombres de Irlanda día tras día, y con sus maestros y sus discípulos y sus amigos. Cada noche solían cantar bellas y dulces melodías de los sídhe; y cualquiera que oía esa música dormía tranquilo y apacible a pesar de que su mente estuviera atormentada por problemas o que padeciera una larga y crónica enfermedad.

Y así transcurrieron los 300 años, momento en el que los hijos de Lir se despidieron de su padre y seres queridos con gran pena para salir hacia los solitarios parajes de Sruth na Maoile.  Aquel hecho afectó grandemente a los hombres de Irlanda, que proclamaron entonces una ley que prohibía que se matara cisne alguno, en toda la isla de Irlanda

Sruth na Maoile  resultó ser un pésimo hogar para los hijos de Lir. No hubo ni siquiera una noche de las que pasaron allí que no hubieran tenido que soportar una gran tormenta marina sobre sus cuerpos; razón por la que señalaron un lugar, Carraig na Ron, la Roca de las Focas, en el que poder encontrarse de nuevo en el caso de que los vendavales los separaran durante alguna noche.

Una noche, fuertes vientos cayeron sobre ellos al igual que enormes y salvajes olas que los barrió hasta dispersarlos a lo largo del ancho océano separándolos tan lejos los unos de los otros, que ninguno de ellos pudo saber donde se encontraban sus hermanos. Tras la tormenta, vino la calma y Fionnuala se percató de que era la única en Sruth na Maoile y de que había perdido a los demás. Con las alas congeladas, el cuerpo dolorido y el corazón roto, se dirigió a la Roca de las Focas, el lugar designado de encuentro,  y permaneció allí toda una noche despierta y vigilando hasta que al final apareció Conn. Poco después apareció Fiachra, tan debilitado que apenas podía pronunciar palabra debido al extremo frío y las penalidades sufridas. Fionnuala lo colocó bajo sus alas para darle calor y no pasó mucho tiempo antes de que pudieran ver a Aodh, con la cabeza seca y las plumas brillantes y hermosas. Fionnuala colocó a Aodh y Conn bajo sus alas de tal modo que pudiese cubrir a todos con su plumaje.

Permanecieron allí mucho tiempo después, sufriendo el frío y la inclemencia del tiempo de aquellos parajes donde no residía ser humano alguno.  Muchas dolorosas noches pasaron pero hubo una especialmente cruel con ellos; el hielo, la nieve, el viento y el intenso frío hacían mella en sus frágiles cuerpos, el agua se congelaba a su alrededor por lo que trataron de protegerse un poco descansando sobre una roca. Sus patas, alas y plumas se congelaron y se pegaron así a la roca, de modo que no podían soltarse. Tuvieron que hacer tantos esfuerzos para poder salir de allí, que dejaron la piel de sus patas, sus plumas y las puntas de sus alas pegadas a la piedra

-Qué pena tan profunda, hijos de Lir-exclamó Fionnuala-ahora sí que nos encontramos en mal estado, ya que no podemos aguantar el contacto del agua salada sobre nuestra desnuda piel, y los efectos del encantamiento que pesa sobre nosotros no nos permiten escapar de aquí. Si el agua salada impregna nuestras heridas causará probablemente nuestra muerte

Se dirigieron de nuevo hacia Maoil, y las saladas aguas cortaron hirientes sus desnudos cuerpos, sin que pudieran evitarlo o hallar medio de defensa alguno. Permanecieron allí al lado de la costa sufriendo esas penalidades hasta que sus plumas crecieron de nuevo, y sus alas y heridas cicatrizaron y se curaron. Entonces, después de tantas fatalidades, comenzaron a volar cada día hacia las playas de Irlanda o Escocia para buscar compañía humana, aunque tenían que regresar a Sruth na Maoile cada noche. Y la encontraron, un día, en la desembocadura del río Banna, en el norte de Irlanda. Eran una tropa de guerreros, bien parecidos, del mismo color, cabalgando en caballos y viajando desde el suroeste. 

Los cisnes se aproximaron a la costa para saber quiénes eran y poder entablar una conversación con ellos. Los jefes principales eran dos hijos de Bobd Dearg, Aodh y Fergus, quienes habían estado buscando a los cisnes durante largo tiempo. Les contaron que su padre y el rey se encontraban bien, celebrando la fiesta de la Edad de forma alegre y placentera, sintiendo solamente su ausencia y sin saber qué es lo que les había ocurrido desde su partida.

Los cisnes informaron de todas las penalidades que habían sufrido, reprochando su amargo destino mientras sus seres queridos disfrutaban de todas las comodidades de palacio. Los guerreros se dirigieron entonces a casa de Lir, y allí contaron a los principales hombres de los Tuatha de Danann todas las penalidades que habían tenido que pasar los hijos de Lir y el triste estado en que se encontraban. Los jefes de los Tuatha de Danann respondieron que desgraciadamente no podían hacer nada para cambiar su suerte, alegrándose de que los hermanos estuvieran vivos, y que tuvieran paciencia puesto que al final de los tiempos obtendrían ayuda.

Los hijos de Lir escucharon todo aquello de los guerreros que volvieron para transmitirles el mensaje y asintieron con resignación. Pasaron los días hasta que llegó el tiempo en el que pasó el tiempo estipulado y tuvieron que dejar Sruth na Maoile para ir hacia Irrus Domnann, donde tuvieron que aguantar más penurias y extremos fríos. Lo único que les alentaba en aquellos trágicos momentos era el saber que al final recibirían ayuda. Y así pasó el tiempo hasta transcurrir los 300 años

Los cisnes se alegraron muchísimo puesto que podían por fin, volver a Sidhe Fionnachaidh, donde residía su padre y seres queridos. Más cuando llegaron allí, lo encontraron todo vacío, nada en pie salvo verdes montículos y matorrales de ortigas, ni una casa, un fuego, una piedra-hogar. Los cuatro se abrazaron con fuerza y exclamaron tres grandes gritos de duelo.

A continuación, permanecieron esa noche en el lugar donde había estado la casa de sus padres y abuelos, donde se habían criado, y donde cantaron dulcemente. Al día siguiente marcharon hacia Inis Gluaire, su último lugar de exilio. Todos los pájaros de la isla se unieron a ellos en el Lago de los Pájaros. Los cisnes solían ir a buscar comida a lugares apartados de la isla regresando luego cada noche a Inis Gluaire.

Fue en esa época cuando se encontraron con un hombre joven y noble, Aibric, que se fijaba mucho en ellos. Los cánticos de los cisnes eran tan dulces para él que les cogió un inmenso cariño, sentimiento que era reciproco. Fue este joven quien contó la completa historia de lo que había ocurrido, y la puso en orden secuencial. La historia fue pasando de boca en boca y de generación en generación hasta convertirse en leyenda.

Una nueva era había comenzado en Irlanda y los Tuatha De Danaan habían sido reemplazados por otra raza. Los viejos dioses se habían retirado al otro mundo y la gente ahora adoraba al dios cristiano.

Una noche, los hijos de Lir escucharon el sonido de una campanilla, que tintineaba cerca de ellos. Los hermanos se asustaron al oírla, todos menos Fionnuala quien recordó las palabras de Aoife: el sonido que les avisaría del fin de su exilio y así se lo contó a sus compañeros. Siguieron escuchando aquel sonido de la campanilla hasta que ellos mismos comenzaron a cantar. 

Un ermitaño, Mochaombrog, que conocía la leyenda de los hijos de Lir, les escuchó y supo enseguida que eran ellos. A la mañana siguiente se dirigió inmediatamente al Lago de los Pájaros, y se acercó a la orilla ofreciendo su ayuda y consuelo. Los cisnes confiaron en el hombre quien los llevó consigo a su morada. Luego llamó a un buen herrero y le pidió que fabricara finísimas cadenitas de plata para ellos, y colocó una entre Aodh y Fionnuala y otra entre Conn y Fiachra con el fin de que así no se separasen jamás los unos de los otros.

Mientras tanto Lairgen, un rey del norte, se casaba con una reina del sur, Deoch, y a través de este matrimonio, la última parte del encantamiento de Aoife se rompió.
 
La nueva reina pidió los cisnes como regalo de bodas, jurando que no pasaría una noche más con su esposo a no ser que le trajera los pájaros, así que el rey viajó hasta Inis Gluaire para buscarlos. Cuando Mochaomhog rehusó tal orden, el iracundo rey alzó la cadena que unía a los asustados cisnes y los sacó a rastras. Se resistieron con fuerza por un momento, pero de repente Lairgen y el ermitaño vieron con horror cómo las plumas de los cisnes caían y en el suelo, casi muertos, yacían cuatro arrugados y frágiles ancianos, sin sangre o carne alguna. Mochaomhog se apresuró a su lado e intentó consolarles, pero Fionnuala le dijo que sabía que estaban muriendo y le pidió que los bautizara y enterrara en un lugar donde encontrasen paz.

Los hijos de Lir fueron entonces bautizados, muriendo poco después. Fueron enterrados como Fionnuala había solicitado: Fiachra y Conn en cada uno de sus lados y Aodh ante su rostro. Se colocó una piedra plana sobre ellos, y sus nombres fueron escritos en ella con ogham (un críptico alfabeto céltico), y fueron llorados allí mismo, y sus almas ganaron el cielo. 



Y ese fue el destino de los hijos de Lir.