Hablemos de esos
personajes tan misteriosos como enigmáticos…mucho se ha dicho sobre ellos y
todo lo que sabemos es gracias a las crónicas escritas de los romanos. Hay
muchas discusiones acerca de lo que significaría el término Drui en irlandés
antiguo o dryw en galés, es decir, el nombre con el que se designa al jefe de
los clanes celtas: el Druida. Muchos afirman que significa el vidente del roble
, en cambio otros le atribuyen los epítetos o nombres como : el señor de los
bosques, loco de los árboles, el gran sabio, el hechicero, etc… Yo opino que
poco importa su significado sino el gran legado que nos dejaron y que yace
dormido en cada uno de nosotros, en nuestro interior.
Eran tan importantes en la
sociedad celta que los druidas tenían distintas clasificaciones o tipos en su
particular jerarquía que indicaban su nivel de aprendizaje.
Los dar-vin-din o grandes
druidas eran los de mayor jerarquía. Eran sacerdotes, jueces , médicos y
administradores y su palabra era la ley sobre la que descansaba toda la
tradición e historia de la tribu. Estudiaban la evolución de los elementos para
integrarse en ellos, olfateaban y se comunicaban con los vientos para averiguar
que caminos tomar, se sumergían en lagos y ríos invocando a los espíritus de
las aguas para así elaborar todo tipo de procesos espirituales y observaban los
fuegos con fines adivinatorios. Se vestían con túnicas blancas.
Los bardos (no confundir
con la imagen que tenemos de los trovadores que eran contadores de cuentos) cumplía
las funciones de filósofo, adivino y transmisor de la tradición y
conocimientos, lo que hacía a través de oraciones y elaboradas poesías, todas con un significado y
un propósito concreto. Los
bardos eran los maestros de los jóvenes ya que les enseñaban a través de sus poemas
y acertijos y determinaban quien estaba listo para pasar al siguiente nivel. Contaban
y relataban tanto en prosa como en verso, las proezas de sus guerreros, dioses
y héroes y las crónicas de sus antepasados. Sus ropajes o túnicas eran de color
azul.
Los
vates eran fundamentalmente videntes
y adivinos, pero también viajeros entre mundos y parece que además sanadores,
herbolarios y asistían a los
partos. Realizaban sus profecías
a través del vuelo de las aves, la forma de las nubes, el comportamiento de los
animales o del clima… y fundamentalmente se dedicaban a la sanación, usando sus
conocimientos en hierbas cuyas propiedades conocían a la perfección para curar las enfermedades de humanos y
animales. Según el historiador romano
Plinio, a estos vates les bastaba con
pasar la mano por encima de los enfermos para así descubrir donde se encontraba
el mal y dar con la solución adecuada. Y no sólo acudían a ellos los enfermos
físicos sino los que también estaban enfermos espiritualmente por lo que deducimos
que los vates también eran excelentes psicólogos espirituales. También eran
grandes expertos en astronomía, siendo los encargados de elaborar los
calendarios que determinaban las fiestas
celtas y dictaminar cuando cosechar y de que forma para que fuesen
abundantes. Se vestían con ropajes verdes o rojos según su especialidad
(medicina o artes esótericas).
Aquellos que se vestían con ropajes amarillos
eran aquellos aspirantes a druidas que recibían las enseñanzas y como novicios
que eran, estaban en pleno desarrollo espiritual e intelectual.
Para ser aspirante, no bastaba con memorizar las
cosas sin más, se necesitaba a un candidato con una condición espiritual muy
alta, capaz de conservar el esfuerzo continuo, la observación y aprendizaje de
uno mismo, de las emociones, la naturaleza y de los ángeles y demonios
interiores, algo a lo que muchos no están dispuestos a enfrentarse. Existían
alumnos que empleaban al menos veinte años de su vida en convertirse en los
druidas de las túnicas blancas, y, considerando la poca esperanza de vida de
aquella época, muchos fallecían antes de poder alcanzar ese estatus y los que
llegaban tenían una edad considerable. Por ello se representa al druida con una
vara en la cual se apoya para caminar aunque este bastón se utilizaba
principalmente como extensión esotérica y sagrada para invocar a los elementos
de la naturaleza. La vara simbolizaba la conexión del druida con el agua y el
aire, dos elementos femeninos.
Si bien las túnicas fueron un signo diferencial
para conocer la ocupación de un druida, este es un hecho no probado puesto que
según historiadores, seguramente estos celtas se vistieran con prendas de tejidos y colores habituales entre
los suyos con pieles de animales que ellos venerasen y telas especialmente consagradas
según sus creencias.
Gracias a Julio César sabemos que estos grandes
personajes mantenían una estricta tradición oral puesto que no confiaban en la
escritura con la finalidad quizás de mantener en secreto sus doctrinas y solo
legarlas a los que ellos consideraban dignos además de ejercitar de este modo
la memoria.
Además creían en la inmortalidad del alma, la
cual se rencarnaba sucesivamente; estas creencias hacían que el pueblo celta
fuese más valiente ante la muerte por lo que sus guerreros eran temibles en
batalla. Sabían que más tarde o temprano morirían y que tendrían otra vida, por
tanto, no les preocupaba el futuro, con lo que el AHORA, el presente era lo más
preciado que tenían. Buena filosofía ¿Verdad?
Julio césar nos da interesantes informaciones
como que los druidas transitaban con total libertad entre los clanes celtas,
viajar con o sin protección a cualquier aldea, entrar e incluso asentarse
durante un tiempo en la ciudad o poblado que más les agradase. Eran tan
poderosos que podían acudir a muchas zonas sin uso alguno de armas ya que, con
su sola palabra, les bastaba para dominar a sus enemigos infligiéndoles todo
tipo de males. Esto demostraba que eran excelentísimos dialogadores y muy
persuasivos.
Según los romanos los druidas estaban
obsesionados con los árboles. Pensaban que los robles eran indispensables,
hasta el punto que creían que todo lo que crecía sobre este árbol era un envío
de los dioses. También discutían mucho acerca de los astros y sus movimientos,
del tamaño del mundo y de la Tierra, de la naturaleza de las cosas, de la
fuerza y el poder de sus dioses y lo transmitían a la juventud según el nivel
que poseía cada uno.
El druida tenía la misión de velar por los
intereses de los clanes, y eso hacía que cumpliesen la mayoría de las veces con
un papel principalmente político. Solo que el druida no tenía un poder
monetario enorme pero sí espiritual y muy admirado por su pueblo e incluso por
los extranjeros que temían mucho a estos mediadores. Cuando había problemas
entre dos clanes, problemas belicosos u hostilidades de cualquier tipo, allí
estaba un druida para solventar cualquier situación ya que su palabra era
símbolo de la sabiduría absoluta, requiriendo así la obediencia absoluta. Tenían
el poder de ejercer de embajadores de su pueblo, crear alianzas o incluso
declarar la guerra si la situación lo requería.
Para los celtas, el jefe de la tribu o rey representaba la máxima
autoridad material; en cambio los druidas eran la imagen del poder espiritual
de forma que cuando un druida y un rey estaban juntos, ambos eran el
complemento del otro; sino fijaros en la leyenda del rey Arturo y su druida
Merlín; ambos casi inseparables, el uno (el rey) amparándose en el consejo del
otro (el druida).
Los juicios cuyos jueces eran los druidas, se
solían celebrar en arboledas sagradas donde además se realizaban majestuosas
celebraciones y exaltaciones divinas. Cuando alguien no acataba la ley o
cometía algún tipo de crimen era juzgado y si su delito era lo suficientemente
grave, era expulsado de allí para siempre. Además la familia del desterrado era
considerada por el clan como personas de poca honra, y eran marginadas como tales
durante al menos cuatro generaciones. ¿Extremo? No lo sabemos pero por lo que
parecía estas leyes hacían que los crímenes de elevada categoría fuesen escasos.
Además, para un druida, un error o equivocación se pagaba muy caro ya que
podían ser ejecutados de descubrirse, no sin falta de honores. Aunque a
nosotros nos cueste aceptar esta filosofía, ellos aceptaban sin rechistar ya
que así podían en su otra vida enmendar el error y continuar con su evolución
espiritual. Os dejo una reflexión mordaz: ¿Os imagináis que les hiciésemos lo
mismo a los actuales políticos o banqueros, que pagasen sus errores con la
muerte? Os dejo que el resto lo imaginéis.
Así pues para los druidas había tres
faltas graves que nunca debían cometer si no querían probar la muerte:
PRONUNCIAR UNA CONDENA INJUSTA, USURPAR LA REALEZA O INTENTAR TERMINAR CON ELLA
Y COMETER ADULTERIO.
Otras tres faltas
menos graves que podían pagarse con el destierro, la expulsión de la orden de
los druidas o la muerte según dictaminase otro druida o el jefe del clan
eran: NO ASISTIR O COLABORAR EN UN
RITUAL O FESTEJO, NO PRESTAR AUXILIO ESPIRITUAL O FÍSICO Y UTILIZAR SUS ARTES
EN CONTRA DE OTROS DRUIDAS.
Pero había un lema que nunca debía quebrantarse y
ese era el del MANTENIMIENTO DEL SECRETO de la sabiduría druídica. La tradición
oral exigía que solo se podían intercambiar conocimientos entre druidas, NUNCA
a cualquier otro que pudiese malinterpretar esa sabiduría y utilizarla para
fines dudosos.
Así pues, los druidas no temían a la muerte, solo
a una cosa: si fallecían antes de su hora podían no llegar al otro lado para
rencarnarse en otra vida y quedarse vagando como fantasmas invisibles para
siempre en el mundo terrenal. El mismo
druida era el encargado de lograr que el alma del difunto no se perdiese y
llegase a buen puerto para su posterior rencarnación, solo aquellos penados con
la muerte eran excluidos de este acompañamiento por lo que sus almas se perdían
para siempre en las tinieblas, a donde
pertenecían dada su naturaleza oscura e impura.
Como
anécdota deciros que se calificaba de crimen penado casi con la muerte el
cortar o infringir cualquier tipo de daño al roble sagrado de la tribu, así de
importancia tenía este árbol para los celtas.
Hablando de árboles, para los druidas todos
tenían una personalidad distinta y como era de suponer, no era igual un mensaje
recibido de un roble que el pronunciado por un avellano. Como bien afirmaban
estos antiguos sabios celtas: “Así como el roble y el sauce son dos seres
sabios puesto que son árboles, uno no crece jamás bajo la sombra del otro.”
Los árboles simbolizaban para los druidas, la
evolución del ser humano a camino entre dos mundos, con los pies (raíces)
siempre en la tierra, creciendo continuamente y dependiendo de los circunstancias
(elementos: lluvia, aire, fuego,…) y con una misión, producir los frutos que
eran sus acciones, evolución e inteligencia para llegar al mundo espiritual
(las ramas de los árboles que se elevan hacia el cielo). Para ellos todo ser
humano tenía una estrecha vinculación con los árboles.
Cada persona tenía tres
árboles: El primero era el árbol de su
nacimiento (Io que sería el actual horóscopo de los árboles que conocemos y que
le confiere la personalidad al individuo), el segundo árbol era el protector o
guardián que cuidaría de aquella persona durante toda su existencia. El tercer
árbol variaba según el momento por el que pasaba la persona: así si estaba
triste pasaba por el camino meláncolico del sauce, si se sentía fuerte pasaba
por el tiempo del roble, etc… Además cada árbol tenía asociado una letra
formando un alfabeto muy especial cuyo significado suponemos que era para las
invocaciones y rituales de los druidas.
Los druidas pensaban que los árboles debían ser
escuchados antes de tomar una decisión, lo mismo pasaba para determinados
animales como el jabalí, el gato, el perro, el caballo, etc… Para ellos incluso
las piedras tenían que tener consideración puesto que encerraban una lección
fundamental que sólo ellos conocían.
Como sabéis, al contrario que otras
civilizaciones antiguas, en el pueblo celta, la mujer era mejor tratada incluso
que al hombre ya que la mujer simbolizaba la madre de todas las naturalezas: la
vida. En los pueblos celtas las mujeres
gozaban de muchísimas libertades y derechos, podían divorciarse incluso y su
palabra siempre debía escucharse, además podían ser druidesas (ban-drui) por lo
que no es extraño que los hijos de un hombre druida y de una mujer también
druida fuesen candidatos seguros a ser también druidas como reza una antigua
canción irlandesa: “de entre los druidas sólo pueden surgir reyes u otros
druidas”.
Resumiendo, la naturaleza y sus elementos eran
piezas claves para esta orden tan misteriosa de sabios que dejaron tras de sí
toda una estirpe de costumbres que el mundo actual debería heredar. ¿Os ha gustado?