¿Quién no
ha escuchado hablar de la alquimia y de quien la hacía posible: los recelosos y
misteriosos alquimistas? Si, esa ciencia que aseguraba poseer el tan deseado conocimiento
para transformar la materia a su antojo como por ejemplo la transmutación de
cualquier metal en oro. ¿Misticismo antiguo, delirios de grandeza o realidad?
Lo que sí sabemos es que esta promesa de riqueza ilimitada fue muy bien acogida
por los nobles y altos cargos de la Edad media que financiaban a los
alquimistas para conseguir “la piedra filosofal”, una piedra capaz de transformar
metales innobles, como el plomo y el cobre en metales preciosos, como la plata
y el oro. Pero… ¿realmente lo consiguieron? No hay ninguna prueba evidente pero
sí muchos manuscritos, libros y verdaderos tesoros de ilustraciones, cuadros y jeroglíficos
que aseguraban esconder el secreto mejor guardado de esta pseudo-ciencia.
La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ o
al-khīmiyaˀ que podría estar formada por el
artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar
juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’. La palabra árabe kīmiyaˀ,
sin el artículo,
ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras
lenguas, y al-kīmiyaˀ
significa, en árabe
moderno, ‘la
química’.
Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ
significaba en realidad,, ‘la
ciencia egipcia’,
tomando prestada la palabra kēme,
‘Egipto’, así alquimia era el 'arte de Keme',
el arte de Egipto.
Se dice que la
alquimia se inició aproximadamente desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento
de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII donde se
interrumpió hasta resurgir en la época de la masonería.
Sin embargo hay sospechas
de que la alquimia bien pudo iniciarse con la búsqueda de conocimiento de los
colonizadores griegos en Egipto, quienes identificaron a uno de sus dioses,
Hermes, con Thot, el dios de la sabiduría y escritura, guía de las almas en los
infiernos y poseedor por derecho y
por obligación de los libros de la vida y el destino de las personas, de las
almas y del mundo.
A este dios, los griegos lo llamaron Hermes
Trismegisto, el patrón de los alquimistas, su protector e inspirador. Thot o Hermes había dotado al pueblo egipcio
con numerosos libros y manuscritos que contenían todos los conocimientos
naturales y sobrenaturales, entre ellos la escritura jeroglífica y el estudio
de diferentes aleaciones de metales y que se decía se guardaban celosamente en
la famosa biblioteca de Alejandría siendo casi en su totalidad destruidos en el
incendio que destruyó este gran centro cultural. Algunos se salvaron y fueron copiados por
traductores griegos y escribas iniciándose un secretismo hermético que aún dura
en la actualidad. Según los eruditos y primeros alquimistas, Hermes Trismegisto
identificado como un faraón de la era prefaraónica y tras su muerte asimilado
con el mismísimo Thot, transmitió un resumen de tales conocimientos en la Tabla
Esmeralda (Tabula smaragdina), datada entre los siglos VI y VIII de nuestra era
y que más tarde se traduciría al árabe en doce tesis, y cuya leyenda afirma que
fue grabada con la punta de un diamante sobre una esmeralda, de donde proviene
tal nombre:
-
Es verdadero, verdadero, sin duda y cierto:
-
Lo de abajo se iguala a lo de arriba, y lo
de arriba a lo de abajo, para consumación de los milagros del Uno.
-
Y lo mismo que todas las cosas vienen del
Uno, por la meditación sobre el Uno, así todas las cosas han nacido de esa cosa
única por modificación.
-
Su padre es el sol, su madre la luna, el
viento lo ha llevado en su vientre; la tierra es su nodriza.
-
Es el padre de todas las maravillas del
mundo entero. Su fuerza es orbicular cuando se ha transformado en tierra.
- Separarás la tierra del fuego, lo sutil de
lo grosero, suavemente y con gran entendimiento.
-
Asciende de la tierra al cielo y vuelve a
descender a la tierra, recogiendo la fuerza de las cosas superiores e
inferiores.
-
Tendrás toda la gloria del mundo, y las
tinieblas se alejarán de ti.
-
Esta es la fuerza de fuerzas, pues vencerá
todo lo sutil y atravesará lo sólido.
-
Según la estructura del gran mundo es la
estructura del pequeño mundo.
-
He aquí la fuente de las admirables
transmutaciones y aplicaciones indicadas aquí.
- Por
eso me llaman Hermes Trismegisto, porque poseo las tres partes de la sabiduría
universal.
Hermes Trismegisto y Paracelso |
Podemos decir que aquí
nació el hermetismo, un conjunto de conocimientos que formaban un solo saber
como si fuesen armas de un solo árbol y que englobaban las ramas de la
alquimia, astrología, magia y la kabalah y que eran un conjunto de
conocimientos esotéricos heredados de diferentes culturas.
Un alquimista de verdad era por tanto, al mismo tiempo,
médico, astrónomo, astrólogo, filósofo, cabalista y químico. Los estudios eran muy estrictos y prolongados
y eran transmitidos mediante iniciación por el alquimista a no más de uno o dos
discípulos, ocultándose celosamente a los demás.
Metáfora de la piedra filosofal |
Sus pilares eran tres: la
Piedra filosofal de color rojo, capaz de transformar los metales en oro, el
Elixir de la eterna juventud, una sustancia capaz de curar cualquier enfermedad y otorgar inmortalidad a
su poseedor y la consecución de la Gran Obra, que eleva a su poseedor por
encima del resto de los hombres. Muchos en cambio afirmaban que la piedra
filosofal albergaba estas tres virtudes y algunas más aunque sospecho que como
casi todas las cosas que pasan por el rigor del reloj del tiempo, las
propiedades fabulosas de dicha piedra, acabaron por desvirtuarse hasta
convertirse en leyenda, como le paso al mito de “El dorado”.
Los alquimistas se convirtieron en una especie de
druidas de lo esóterico, cuyos galimatías y símbolos ocultos destacaban en
todas sus conversaciones y obras, confundiendo a cualquier persona que no fuese
ducho en el tema. Una frase de uno de los primeros alquimistas, en Rosarium
philosophorum, nos da una idea del secretismo que impregnaban a todo lo
relacionado con la alquimia: “Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos en
realidad nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje cifrado y en imágenes,
ocultábamos la verdad.”
Uno de los más famosos alquimistas, el suizo Paracelso,
nacido en 1493 sostenía una interesante teoría que nos puede dar una idea de la
ciencia alquímica: afirmaba que los elementos de los cuerpos estaban compuestos
por sal, azufre y mercurio, que representaban a la tierra, el aire y el agua. La
alquimia partía de la teoría de que estos tres elementos fundamentales podían
ser combinados en distintas proporciones para formar nuevos cuerpos.
Los metales representaban, según los alquimistas, una
contracción de fuerzas planetarias, por eso le llamaban astronomía inferior a
ese arte ya que cada uno de los metales se asociaba a un planeta en particular.
Y esta astronomía estaba muy relacionada con los signos zodiacales y los 28
ciclos lunares (la luna tarda 28 días en recorrer el zodiaco) que según los
entendidos encerraban muchos secretos. Para alcanzar la famosa piedra
filosofal, se decía que se tenían que calcinar estos metales hasta reducirlos a
una ceniza clara y pura antes de efectuar la transmutación. Como veremos, estas
no son más que metáforas con un fin concreto.
Según Paracelso, llegaría una época en la que la letra
de los textos sería sustituída por una comprensión visionaria. Se llegaría de
nuevo a la lengua del paraíso, que nombra todas las cosas por su verdadero
nombre, y todos los misterios de la naturaleza se manifestarían como en un
libro abierto. De hecho se dice que la tendencia a imágenes cifradas, símbolos crípticos
y textos confusos, se explicaba por el escepticismo de los maestros de la
alquimia hacia la palabra hablada y escrita. Me explico, según ellos, el alma
tiene una naturaleza divina, confinada en la mazmorra del cuerpo que la
contamina y la engaña para evitar que regrese a su origen. Así pues vivimos en
un mundo imperfecto, impregnado de caos, en el que para poder purificarnos y
regresar a la divinidad debemos crear un nuevo orden o mejorar el existente
mediante la alquimia.
Para ello hay que pasar por las siete esferas planetarias
del cosmos correspondiente con siete metales. Para franquear la última esfera,
el plomo (identificado con Saturno), hay que pasar por la muerte del cuerpo y
la putrefacción de la materia, condición previa de la transmutación. El alma
tendrá que atravesar antes las esferas de Júpiter (cinc), Marte (hierro), Venus
(cobre), Mercurio (mercurio), Luna (plata) y Sol (oro). Estas esferas o metales
se corresponden a diferentes estados de madurez hacia la búsqueda de la
perfección, simbolizada por el oro. Cada uno de los planetas o esferas imprime
en el alma, durante su travesía, una
propiedad negativa que la mancilla: Venus le da la lujuria, Mercurio la
avaricia, Marte la ira, Júpiter la vanidad, y así sucesivamente. Además, en
vida atravesamos diferentes estaciones asociadas a los temperamentos: podemos
pasar por la época de la tierra, la estación de otoño que sería el estado de
melancolía, la época del verano asociada al estado colérico, la época de
primavera al sanguíneo y la época del invierno al flemático.
Todas ellas no son más que pruebas que
tendremos que pasar en nuestra travesía de la vida a través de las distintas
esferas hasta llegar a la muerte. Después de la muerte, la envoltura terrestre
queda en el Tártaro como larva, y el alma se eleva por encima de las regiones
áereas hasta llegar a los arcontes, que intentan impedirle el paso. Por eso hay
que poseer el conocimiento de la alquimia, sin la cual no podemos pasar todas
estas fases de purificación y alcanzar el premio: la inmortalidad del alma y el
equilibrio absoluto.
Este equilibrio se refleja en la armonía necesaria que
según los manuscritos, debe existir entre el microcosmos (hombre) y el
macrocosmos (Universo). “Todo lo que ocurre en el Universo, repercute en el
hombre.”
Tabla de Esmeralda: “Lo que es arriba, es abajo.”
Microcosmos y macrocosmos |
El microcosmos alquímico se compone de cuerpo, alma y espíritu
y a través de él alcanzamos el macrocosmos que es la espiritualidad misma
identificada en el sol (y en consecuencia el oro). Para ello hay que atraer las
cosas del mundo exterior, someterlas a una transformación y dominar la
imaginación según la cual el hombre es el que piensa y lo que piensa. Piensa en fuego, entonces
conseguirás fuego. Según esta teoría nuestra alma es un imán que si la usamos
bien a través de nuestro conocimiento, atraerá todo lo que queramos. ¿Es este
el origen de la piedra filosofal? ¿La purificación hacia la madurez y
perfección del alma y la dominación de la mente y el cuerpo, del alma? No lo sabemos
aunque creo que nos acercamos bastante.
En la alquimia lo masculino (tiempo- azufre) y lo
femenino (espacio-mercurio) deben fusionarse utilizando los elementos: fuego y
agua, es decir, la disolución del cuerpo bajo el efecto del calor exterior e
interior y la solidificación del espíritu tras sucesivas destilaciones. Solo
así se conseguiría el quinto elemento: la quintaesencia de origen divino que,
curiosamente, se identificaba en el símbolo de la estrella de David. Es más, el
Adán primitivo según los alquimistas, era hombre y mujer al mismo tiempo y por
tanto de raza pura. Podía parir a voluntad y atravesar árboles y piedras pero
su parte femenina se separó de él y se convirtió en un espectro mortal. Desde
ese momento, el alma de Adam ansía volver a reintegrarse con Sophia o Aurora
(su parte femenina) y volver a alcanzar el equilibrio perdido. (Estas no son
más que metáforas de la misma filosofía, recuperar el equilibrio.)
¿Veis la
similitud con lo anterior? La muerte y la purificación del alma para acceder al
“paraíso”, “la Sophia perdida”, “recuperar la divinidad”, todos símbolos metafóricos
de lo que podría ser la piedra filosofal (representada a través del oro, la
estrella de david, la quintaesencia). Como anécdota y refuerzo de esta teoría
tengo que deciros que a Aurora o Sophia se la representa al principio como una
mujer negra, simbolizando a la divinidad prisionera del cuerpo material, y que
tras su purificación aparece representada con un rostro de un color rojo sangre
que recuerda al tono rojo que se dice que tiene la piedra filosofal.
Ni mucho menos esto es un resumen de los preceptos
alquímicos. Hay mucho más que me sería imposible resumir en un solo artículo;
sin embargo, lo más importante, la esencia de la alquimia es esta.
Como podéis imaginar, muchos falsos alquimistas se aprovecharon de la ambición de muchos de poseer el secreto de la inmortalidad y
riquezas ilimitadas y cuyos timos y desfalcos desprestigiaron a los verdaderos alquimistas
cuyo fin último era alcanzar la perfección absoluta a través de la búsqueda de
la espiritualización del alma. Para ello se cultivaba el estudio de
conocimientos tanto químicos, astrológicos, médicos, filosóficos, naturales,
cabalistas, herbolarios, etc… en resumen, una especie de druidas modernos cuyos
conocimientos eran guardados celosamente bajo llave. Todos estos conocimientos
hacían que el alquimista fuese un maestro con mayúsculas cuyos caros
experimentos eran financiados para conseguir esa riqueza prometida. Desgraciadamente no podemos viajar en el
tiempo y conocer el verdadero significado de sus secretos, tan solo podemos
especular, especulaciones que se pueden acercar o no a la verdad.