miércoles, 25 de mayo de 2011

El vudú y los zombis


El zombi o muerto viviente es una figura mitológica, curiosamente muy ligada al vudú del que se dice que puede, mediante determinados ritos, recobrar a la vida a los muertos para convertirlos en esclavos. Esta tarea la realizaría el sacerdote que en este caso no se denomina houngan, sino bokor, término empleado para el sacerdote que emplea el vudú para fines negativos o egoístas.

La palabra zombi parece que deriva de Nzambi, una deidad serpiente de Africa Occidental que al contrario de lo que podemos creer no representaba un culto maléfico sino todo lo contrario, ya que simbolizaba la fuerza vital. A lo largo del tiempo esta palabra acabaría evolucionando a zombi al traducirse al inglés, sobre todo en 1929 con la publicación de libros sobre este tipo de prácticas. No obstante, el término zombi también aparece como variante en muchos idiomas africanos. En el Congo, significa por ejemplo “fetiche”

Como vimos anteriormente, el ser humano en el vudú está formado por cinco componentes: la carne mortal y el espíritu de la carne, la estrella del destino, el gran ángel de la guarda (gros-bon ange) y el pequeño ángel de la guarda (ti-bon-ange). Los dos primeros desaparecen tras la muerte, sin embargo las otras dos partes del alma: el gran ángel (la fuerza vital de una persona) y pequeño ángel de la guarda (la fuente de personalidad de una persona) mantienen el cuerpo vivo y después de la muerte vuelven a la reserva de energía en el cosmos. En la fe vudú hay que tener en cuenta que la muerte no es el final de la vida, sino un cambio. La parte física del cuerpo se deteriora, mientras que el alma (el gran ángel y pequeño ángel) perdura después de la muerte en una forma diferente. El gran ángel vuelve a las zonas altas de la energía cósmica para unirse con los demás Loa para convertirse en uno de ellos. Aproximadamente un año después de la muerte, el sacerdote mediante un ritual presidido por el Barón Samedi, garantiza que el gran ángel de la guarda descanse ya que de lo contrario el alma puede echar de menos la tierra donde transcurrió su vida humana y traer el desastre y la enfermedad a todos

Según el vudú, un zombi es un cadáver que no tiene alma, la tarea del Bokor sería crearla o traerla de vuelta al cuerpo. El bokor realiza un ritual que hace que la persona muera. Luego, en un plazo corto de tiempo, el bokor introduce entonces, un ángel de la guarda (el que representa la fuerza vital) que no es el suyo o el suyo mismo capturado, a la persona muerta para que vuelva a la vida como un cuerpo sin alma animado de forma automática, un espíritu incompleto, ya que le faltaría la parte más importante del alma humana: la personalidad (pequeño ángel). Se dice que este ángel de la guarda es capturado por el bokor en una botella blanca que se pasa bajo la nariz del cadáver para que el espíritu entre en el cuerpo aparentemente sin vida y lo reanime convirtiéndolo en un zombi

Normalmente la persona reanimada tiene la facultad de hablar aunque raramente son capaces de entablar una conversación extensa y su voz es habitualmente gangosa, nasal e inconfundible al escucharla…una voz antinatural. En estos casos se dice que es uno de los Loa Guede (espíritus asociados con la muerte) el que habla a través de la persona zombificada por propio deseo.

 La realidad:


Según varios investigadores este ritual se basa en una serie de potentes fármacos y venenos, cuya mezcla hace que la víctima se paralice  por completo cayendo en una especie de coma haciendo así que el cuerpo parezca inerte. Cuando la persona se restablece de nuevo, está tan desorientado que no puede recordar cosa alguna ni reconocer a sus seres queridos; la personalidad humana, la voluntad, está totalmente anulada. Esta es la razón por la que estas personas pueden ser fácilmente controladas como si se tratase de zombis.

Un Bokor realizando el ritual
Los bokor utilizaban en realidad estos rituales para tener esclavos para el trabajo agrícola (sobre todo para las plantaciones de caña de azúcar) o de construcción. En primer lugar, el sacerdote suministraba la bebida al escogido para tan macabra tarea, (mezclada con un polvo que es el que induce a una muerte aparente y que normalmente se denomina “polvo zombi”)  la familia enterraba a la persona dándola por muerta ya que en estos países los servicios médicos son insuficientes y una muerte inexplicada es muy común dada la elevada mortalidad. Luego el bokor la desenterraba ya que transcurridas 48 horas, las drogas ingeridas dejarían con toda probabilidad de tener efecto con lo cual la persona recuperaría sus constantes vitales. Finalmente el sacerdote le proporcionaría otra sustancia alucinógena, convirtiéndola de esta forma, en una persona con deficiencias claramente psíquicas debido a la falta de oxigenación del cerebro a consecuencia del ambiente cerrado del ataúd y de los efectos secundarios de tan mortal bebida.

 Contrariamente a lo que creemos, los cuerpos de los zombis en este caso no se deterioran pero en cambio, sí hay el temor de convertirse en uno. A nadie le gusta ser el esclavo de nadie y que le anulen la voluntad. ¿A qué no? Este fue el principal origen de la leyenda urbana de los zombis

El pez globo
Wade Davis, un famoso etnobiólogo, consiguió sobornar a varios bokor, generosamente respaldado por una empresa farmacéutica y por la Universidad de Harvard, para que le entregasen muestras del veneno zombi, que serían analizadas en Harvard. Según Davis uno de los ingredientes de este brebaje fatal podría ser la tetradotoxina (TTX), una toxina que se puede encontrar en las vísceras del pez globo. Esta sustancia produce una bajada de las constantes vitales ya que impide la fluidez de las neuronas produciendo un bloqueo en la membrana neuronal. Sus consecuencias son entumecimiento, palidez, sudoración, hipotensión, hormigueo, fallo respiratorio y parálisis. … de esta forma, esta sustancia es capaz de crear un estado de muerte aparente durante varios días, los latidos del corazón se ralentizan, la respiración se hace imperceptible, la víctima entra en catalepsia y los familiares la creen muerta por alguna extraña enfermedad, pero el sujeto sigue consciente a pesar de todo

Según el vudú haitiano, la sal o la carne como alimento son los antídotos que pueden revertir o impedir el estado del zombi o minimizarlo, volviendo inmediatamente al lugar al que pertenece, razón por la que a muchos cadáveres se les ha llenado el estómago de sal, o bien se les ha cortado la cabeza o estrangulado antes de enterrarlas para evitar que el bokor las convierta luego en zombis.  A veces incluso les cosen la boca o los entierran boca abajo con un puñal en la mano para que maten al bokor que intente hacerlos zombis. Otros, menos violentos y más ingenuos, colocan semillas de sésamo en el interior del ataúd o una aguja sin cabeza con un hilo, para que la persona se entretenga, bien contando las semillas o tratando de realizar el imposible de enhebrar la aguja sin cabeza. Así según sus creencias, no podrán atender las llamadas del bokor y molestar a los vivos. En las zonas rurales incluso las tumbas se ubican lo más cerca posible de una carretera o camino o en los patios de las casas de la familia, para que los sacerdotes, por miedo a las miradas curiosas, no puedan llevar a cabo su macabra tarea. También es habitual que se vele al muerto durante varias noches seguidas, para que la descomposición haga su trabajo y convierta al cuerpo en una herramienta inútil para un bokor. 

Además de todas estas drásticas medidas elaboradas por la cultura popular, existen numerosos relatos en los que se afirma que un zombi no puede probar sal alguna, ya que de hacerlo le produciría una especie de ataque de rabia en el que puede llegar a matar a su propio dueño volviéndose muy destructivo. Sin embargo, lo de la sal no es más que otra leyenda urbana ya que, evidentemente, hace falta algo más que sal para revertir el efecto de la Tetradotoxina.

La Hierba del Diablo.
Muchos afirman que el bokor, para eliminar esta sustancia, le haría ingerir a la persona fallecida  “datura estramonium” o "Hierba del Diablo", una planta alucinógena conocida en Haití como pepino zombi,  también utilizada para inducir una muerte aparente aunque el pueblo a tomado la creencia erronea de que sirve para reanimar el cuerpo. Muchos científicos, sin embargo, aseguran que no existe ningún antídoto específico para la Tetradotoxina pero sí puede tratarse el envenenamiento con respiración asistida, inyección gota a gota de sueros glucosalinos y masaje o estímulos cardiacos.

Muchos otros científicos han criticado sin miramiento alguno la tesis de Davis considerándola una leyenda urbana aunque sí reconocen la mezcla de plantas y sustancias alucinógenas que mezclados en su exacta proporción y aplicada sobre estas personas les produciría un estado de parálisis total o parcial o una enfermedad psiquiátrica resultante.  

  Los mitos, creencias y la transmisión oral en determinados países irían agrandando la realidad y distorsionándola hasta llegar a crear la figura del zombi tal como lo conocemos hoy en día. Sin embargo, también hay que reconocer que la influencia de los libros populares y las películas ayudó y mucho ya que crearon una serie continua de malentendidos y distorsiones muy suculentas a ojos del espectador o del lector, ávido de nuevas emociones.

Como muchos rituales ancestrales, los rituales de zombis vudús se han convertido también en una fuente lucrativa, sobre todo para atraer con su morbo a turistas extranjeros o personas demasiado crédulas, interesados en los misterios de esta antigua religión. Esto hace que falsos bokor utilicen sus artimañas para simular vistosos espectáculos de resucitación con todo tipo de artilugios satánicos y objetos macabros que reavivan todavía más la llama de la deformación de los rituales originales. 

Historias sobre zombies reales:

Felicia en estado zombi
Es muy conocida la historia documentada por una escritora americana de Felicia Félix-Mentor, fallecida en 1907 de una repentina enfermedad  y convertida en zombi durante 29 años. En 1936 fue encontrada vagabundeando por una carretera próxima a la finca del hermano, desorientada y sin habla, vestida únicamente con una ligera y raída camisa de algodón. Sus familiares la reconocieron al instante, atónitos al ver a la mujer que creían muerta; aunque su cara carecía de expresión, sus pestañas eran de color blanco y sus ojos estaban como desenfocados, no cabía duda de que era ella

En 1918, la cosecha de azúcar fue extraordinaria. Por esta razón la compañía Haitian-American Sugar Corporatión ofreció nuevos puestos de trabajo en sus plantaciones. Un día un viejo jefe de poblado llamado Ti Joseph y su esposa Crovance aparecieron allí con un grupo de nueve jornaleros bastante peculiares. Solo hablaban en un extraño dialecto difícil de entender y no entendían idioma alguno. Joseph explicó que procedían de una zona remota montañosa pero que eran excelentes trabajadores. La compañía contrató a los jornaleros y aceptó la sugerencia de Joseph de apartar este peculiar grupo de los demás con la excusa de que al ser tan primitivos y tímidos, en presencia de otras personas se asustaban fácilmente. No se hicieron más preguntas. Como podéis deducir, la verdadera razón de la separación era el temor de que alguno de los jornaleros pudiese ser reconocido por algún familiar, conocido o amigo

Así fue como los nueve extraños hombres trabajaron sin descanso y en condiciones ínfimas sin protestar, alimentados solamente con un nimio potaje de mijo sin sal.  Un domingo Joseph dejó a su mujer al cuidado de los obreros durante el día. Curiosamente a Crovance se le ocurrió la idea de asistir a una procesión religiosa llevándose a los nueve trabajadores consigo. Enseguida se dio cuenta del estado totalmente ausente de sus acompañantes, y apiadándose de ellos, les dio de comer unos pasteles hechos de cacahuetes. Apenas se percató de que aquellos alimentos contenían sal. En cuanto los zombis acabaron de comer, sufrieron un ataque de rabia incontrolada profiriendo estruendosos gritos, huyendo rápidamente del poblado hacia la selva. La leyenda urbana explica que no pararon hasta llegar a los lugares donde originalmente estaban enterrados, escarbando la tierra y echándose dentro de las tumbas donde al instante se descompusieron.
Los familiares de los zombis se vengaron de Joseph pagando a un bokor para que le maldijera, pero antes de ello, algunos hombres le tendieron una emboscada y le cortaron la cabeza.

Narcisse posando con su propia tumba.
Otro caso muy famoso es el del campesino Clairvius Narcisse, fallecido en un hospital haitiano en 1962, tras ser internado como consecuencia de múltiples golpes propinados por su hermano. Este hombre aseguraba que después de su muerte en el hospital, había sido enterrado y desenterrado dos días después como zombi para trabajar como esclavo en una plantación durante dos años y nueve meses junto con otros cien esclavos, y que todo ese tiempo había estado consciente de su propio encierro pero sin poder comunicarse exteriormente de ninguna forma, moviéndose como un autómata sin propia voluntad. Afortunadamente, después de dos años en ese estado, su dueño murió dejando así de administrarles los fármacos que les suministraban diariamente, tras lo cual, al cabo de un tiempo, despertaron de su trance y escaparon del lugar recobrando su voluntad. En enero de 1980 Narcisse fue encontrado vagabundeando semidesnudo cerca de su pueblo natal, Gonaives, víctima de un shock. Más tarde expresó su convencimiento de que su hermano, ya fallecido, fue la persona que lo había vendido al bokor. Gracias a la terapia del Dr. Douyon, Narcise se recuperó casi totalmente, algo que muy pocas personas pueden contar, falleciendo definitivamente hace unos pocos años.

Un caso documentado por un escritor llamado Stephen Bonsal describe en 1912 el caso de un hombre que a causa de una fiebre alta, se unió a una iglesia de la misión extranjera. El jefe de dicha misión lo vio morir y ayudó a enterrarlo. Algunos días después, el hombre supuestamente muerto fue encontrado vestido con ropa mortuoria, atado a un árbol, gimiendo. El pobre infeliz pronto recuperó su voz, pero no su mente. Fue identificado por su esposa, por el médico que lo había declarado muerto, y por el clérigo. La víctima no reconoció a nadie, y pasó sus días pronunciando palabras y gemidos sin sentido. 

Otro caso interesantes es el protagonizado por una joven de 16 años, Francina Illéus que ingresó en el Hospital Saint Michel de l'Attalaye a causa de serios trastornos digestivos. Unos días después de recibir el alta, el 23 de febrero de 1976, fallecía en su casa, siendo expedido el certificado de defunción con esa fecha. El cadáver de Francina permaneció varios días en el depósito de cadáveres ya que su familia no tenía dinero ni para el féretro. En abril de 1979 una amiga se la encontró errando sin rumbo en el mercado de Enery. Cuando se desenterró el ataúd se descubrió que ciertamente no albergaba ningún cadáver. Se dictaminó oficialmente que la joven Francina había sido convertida en zombi, lo que la convirtió en una apestada para su comunidad, siendo internada primero en un Hospital Psiquiátrico y encontrándose actualmente a los cuidados de Joyce Auserman, una pastora evangélica afincada en Haití, que ha acogido a algunas víctimas de la zombificación, que tras despertar el terror en sus respectivas comunidades, son exiliados al olvido en algún manicomio o abandonados a su suerte.

Existen muchos otros casos documentados que son por así decirlo todavía más estremecedores, para terminar os dejo unas palabras pronunciadas por un bokor haitiano que recientemente ha reconocido la actual realización de ritos de zombificación y que da para un buen debate moral y ético: "Es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad".

Esta es una forma de entender este tipo de prácticas en Haití, con la que la justicia tradicional, personificada en el bokor, condena a quien ha atentado contra la sociedad. Al menos así han intentado justificar algunos bokor sus oscuras prácticas. Sin embargo es bien sabido en este país que cualquier particular puede contratar los servicios de un bokor, o acudir a una sociedad secreta, para que un pariente, amigo, enemigo o vecino pueda ser convertido en zombi, haya atentado o no contra la comunidad. 

Como veis zombis han existido, y muy probablemente los hay todavía en algunos países poco desarrollados en sectas secretas afro-americanas o haitianas donde guardan el rito de la zombificación en absoluto secreto pero no se trata de los muertos vivientes que conocemos, ávidos de carne y sangre humana sino de vivos drogados, intoxicados, autómatas humanos privados de su propia voluntad. ¿Qué preferís? ¿Mito o realidad?
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