jueves, 25 de agosto de 2011

La diosa madre y su evolución



Según la mitología celta, Dana o Danu (La diosa del Don) también llamada Ainu o Aine o Anu, era la diosa más antigua de todo el panteón. Se le consideraba por tanto, la predecesora de los Tuatha de Danam (La tribu o pueblo de Dana), los dioses más importantes y conocidos de la cultura celta. Sus principales símbolos eran el hacha que representaba autoridad, el cayado de pastor como guía y la serpiente como signo de fecundidad. 

Se le atribuía el honor de ser la diosa Madre de la que descendían los demás dioses, apareciendo casi siempre en forma de tres. Según esta representación triple albergaba los nombres de Dana, Anu y Brigit…aunque como solía ocurrir con casi todas las divinidades, llego a tener diferentes nombres según la zona donde se venerase. Por ejemplo, los gaélicos por su asimilación a Brigit la veneraron bajo el nombre de Brigantia o Gwen pero existen numerosos casos.

Aquí tenéis algunos ejemplos:

Entre los celtas irlandeses y en Isla de Mann: Dana
Entre los celtas escoceses. Donu
Entre los celtas galeses y britanos: Dôn.
Entre los celtas de la Bretaña Armoricana: Ana

Era frecuente en la mitología descubrirla bien con el aspecto de una anciana de horrible aspecto, o bien como una bella y esplendorosa mujer de aspecto compasivo según el caso que se tratase. Este cambio de apariencia externa era muy común y tenía como fin el poner a prueba a los hombres que quisiesen poseer la autoridad del país o la zona siempre que fuesen justos en su gobierno y estuviesen libres de celos, temor o tacañería

Posteriormente fue asimilada como diosa lunar, gobernadora de las mareas y de los partos. Se decía que los druidas, en particular, solicitaban su permiso para encomendar las almas de los recién difuntos a través de las puertas de los “sidhs”, es decir, las puertas hacia la nueva vida en el Otro Mundo. 

El folclore popular pronto la relacionó como reina de las hadas y de los enanos o Korrigans, al ser desterrada por los nuevos dioses, los milesianos, a los sidhs junto con sus seguidores, los Tuatha de Danam.
Se llaman sidhs o sidhe a los palacios situados en un mundo subterráneo generalmente localizado bajo uno de los muchos montículos, túmulos sagrados o colinas en la antigua Irlanda,  puesto que los milesianos se repartieron la superficie para ellos y la zona subterránea, para los vencidos. A partir de ese momento los Tuatha de Danam se verían obligados a vivir allí una vida paralela dentro de sus síds.

Es curioso como una diosa como ésta, diosa del sol, de la vida y la fertilidad acabó convirtiéndose en una deidad lunar de un mágico y sereno inframundo muy distinto del Hades griego. Esta dualidad (Sol-vida y Luna-muerte) es muy frecuente en la mitología celta lo que puede confundir a los no iniciados. 

Mucho se ha dicho sobre la verdadera función de esta triple diosa celta, lo que sí nos queda muy claro es su clara definición de diosa madre por encima de todo; además muchos coinciden en que su posible origen puede radicar en una deidad primigenia pre-indoeuropea con posibles tintes sumerios. No es casual que muchos quieran ver a esta diosa en otras como la Anna Purna de India, la diosa Pelasga Ana o la diosa Inanna sumeria. Las primeras diosas madre de las épocas pre-celtas simbolizaron la fuerza de la tierra para cubrir las necesidades de los seres humanos; conceder fertilidad, acompañar a los hombres en su soledad, sanarles en caso de mala salud….y otorgar la soberanía a aquel que fuese digno de poseerla. Todas estas cualidades coinciden y mucho con el papel de la diosa Danu, deidad heredada seguramente de estas culturas más antiguas y que dan una idea de la importancia de la mujer en la sociedad celta.  

J. García Font señala en su libro “El legado celta” que en sánscrito Anna significa alimento y “ann” aliento, respiración. De ser esto cierto, Anna significaría alimento vital. En su obra hay una reflexión bastante interesante:

“En el mundo celta el pueblo de Ana, los anaón, son los que han dejado de respirar; o sea los muertos, la gente del más allá, los que habitan los túmulos (los Sidhs). También el nombre de Rhianonna deriva de un regena-ana-ona, es decir, “una reina de los anaón”, de modo que curiosamente Anna es Rhianona y ésta se nos muestra como la dama que protege a los vivientes y tiene en cuenta a los fallecidos”. 

Sin embargo otros historiadores afirman que el nombre de Dana parece estar emparentado con el significado de "aguas del cielo" y "corriente rápida" en Irlandés. Hay estudios que indican que el Danubio, el río cuyo nombre procede de la Diosa Madre Danu que proporcionaba según mitos las "aguas del Cielo", ocupaba el mismo lugar sagrado que el río Ganges hindú. Ambos nombres se refieren a una Diosa Madre. ¿Queréis saber más?

El consorte de esta diosa fue Bilé o Belenos, “el Brillante”, un dios sanador de la luz, del sol y el fuego y en cuyo honor se creó la festividad celta de “Beltane” celebrado el 1 de Mayo, en la que se celebra la llegada próxima de la primavera. Al igual que ocurre con su esposa, este dios tiene infinitos nombres según la región:

Entre los escoceses: Bile o Belenos.
En la isla de Mann: Bel
Entre los irlandeses: Balor o Beli
En zona celtica continental: Grannios o Borno  

Con la invasión de Roma y sus nuevos dioses, Dana se convertiría en Diana, la diosa de la luna y la caza y su esposo Bilé se convertiría en su hermano Apolo, dios del Sol. Aún así, en las regiones celtas, Diana llegó a tener un culto muy poderoso y predominante sobre cualquier otra diosa romana como Juno o Minerva, algo lógico puesto que Danu seguía en la conciencia popular de la gente.

Y luego de Diana vendría la asimilación con la Artemisa griega. Ahora bien… ¿El culto de ambas diosas se unificó sin contratiempos? Todo parece indicar que sí pero en realidad es más complejo. Diana era una diosa de la virginidad y castidad al igual que la Artemisa griega y era la protectora de los animales tanto salvajes como domésticos y de las aguas. Era la “señora de los ríos” puesto que todos sus templos y santuarios se hallaban cerca de ríos, lagos y fuentes...y de ahí su asociación con la Luna.

La herencia celta es muy palpable puesto que los celtas tenían por costumbre venerar a lo que ellos llamaban sus diosas guardianas y que como no, se encontraban en las fuentes, los lagos, los ríos…algo que culturas posteriores como la griega se encargarían de reflejar en lo que entenderían como “ninfas” y poder erradicar por completo todo vestigio pagano. De aquí derivan además las danaides de la mitología griega, una tribu compuesta por  cincuenta mujeres, descendientes de Dánao, que asesinaron a sus esposos, y por tal crimen fueron castigadas a llenar con agua un tonel que no tenía fondo excepto Hipermnestra, la única que no cometió asesinato. 

De nuevo vemos una relación con el agua…. curioso. No es casualidad que los ríos y todo aquello que produzca imágenes en el agua se hubiese considerado en la mitología celta como una línea divisoria de dos lugares y un punto de contacto entre el mundo de la superficie habitado por los humanos y el mundo sobrenatural.

Un detalle que me parece importante es que en épocas en las que se adoraba a la diosa Diana asimilada a Artemisa, en Roma se seguía honrando a una diosa Luna…esto nos da una idea de la confusión que existía en esta unificación con ambas diosas y que oficialmente se negaban a aceptar. La política romana y su rigurosa disciplina acabarían saliéndose con la suya igual que lo haría el cristianismo asociando la diosa Dana a Santa Ana, la madre de la Virgen María. 

En Italia, los cultos a Diana se extendieron rápidamente celebrándose el 13 de agosto, como conmemoración de la fundación en ese día del templo dedicado a la diosa, en el monte Aventino, un lugar que se convirtió en centro principal de cultos secretos y enigmáticos. Estas fiestas eran celebradas sobre todo por las mujeres en arboledas de roble, que iban en procesión, provistas de antorchas, para expresar su gratitud. En algunos de estos ritos las mujeres ofrecían sacrificios para tener un parto fácil, además de otros rituales guardados bajo riguroso secreto. 

Muchos investigadores ven aquí el germen que originaría el culto a Diana en la Edad Media y el Renacimiento como diosa de las brujas; deidad que presidía sus asambleas nocturnas y que acabaría distanciándose a pasos agigantados de la diosa celta original, una diosa que acabaría identificándose a Hécate. Según la nueva religión que tomaría a Diana como deidad principal, inicio del nuevo paganismo, la diosa tendría una hija: Aradia, la precursora de la magia Wicca. 

En su obra “Aradia” o “El evangelio de las brujas”, publicada en 1899, Charles Godfrey Leland, investigador, descubrió los valores simbólicos e iniciáticos de este culto que pretendía rescatar los antiguos valores celtas. Os dejo un fragmento muy interesante acerca de esta diosa y de cómo se convirtió en la reina de las brujas:

Diana fue creada antes de la creación, en ella estaban todas las cosas; fuera de ella se divisaba la primera oscuridad: fue separada en luz y oscuridad. Lucifer, su hermano y su hijo, ella misma y su otra mitad eran la luz.

Cuando Diana vio que la luz era tan maravillosa, la misma luz que era su otra mitad, su hermano Lucifer, la deseó ardientemente. Quiso recoger esa luz en su oscuridad y tembló por el deseo de apropiársela de nuevo. De esta voluntad nació su  condena.

Pero Lucifer, la luz, se alejó de ella y no quiso doblegarse a su deseo; él era la luz, que se extendía hasta los confines del cielo, el ratón que huye delante del gato. Entonces Diana se dirigió a los padres de la creación, a las madres, a los espíritus, que ya existían antes del primer espíritu, y les confesó que no podía hacer entrar en razón a Lucifer. Ellos la alabaron por su valentía y le dijeron que para resurgir tenía primero que caer, para convertirse en la más grande de todas las diosas debía antes ser mortal.

Y, en aquellos tiempos tan antiguos, al principio de los tiempos, cuando el mundo fue creado, Diana descendió sobre la Tierra, tal como hizo Lucifer, que había caído, y Diana enseñó la magia y la brujería de la que viven las brujas, las hadas y los elfos, que se parecen a los hombres pero que, en cambio, no son mortales.

Y así sucedió que Diana tomo la apariencia de un gato. Su hermano tenía uno al que quería más que a ninguna otra criatura y que dormía cada noche en su cama, un gato más hermoso que un elfo, aunque él no lo sabía.

Diana convenció al gato para que ambos intercambiaran sus cuerpos, y de esa manera ella podría dormir con su hermano, mientras al calor de la noche recuperaba su apariencia y podía tener a su hija con su hermano Lucifer. Pero cuando una mañana él vio a su hermana dormir a su lado, y que la sombra había triunfado sobre la luz, montó en cólera; entonces Diana pronunció un encantamiento, un canto de poder, que mantuvo a Lucifer en silencio; se trataba del Canto de la Noche, que aplaca a quien lo escuche y hace dormir sin decir nada.

Diana lo hechizó a fin de que quedara sometido a su amor. Ese fue el primer encantamiento; cantó en voz baja como el zumbido de las abejas, que hila la vida. Ella hilaba la vida de todos los seres humanos; todo era hilado en la rueda de Diana. Lucifer la hacía girar.
Diana, sin embargo, no era reconocida como su madre por las brujas y los espíritus, las hadas y los elfos que vivían en lugares aislados; ella se escondía con humildad como si fuera una simple mortal, aunque gracias a la fuerza de su voluntad se situó de nuevo por encima de todos. Su conocimiento de la magia era tan grande, y tan poderoso su dominio de este arte, que no dejaba que nada quedara fuera de su alcance. Y así llegó una noche en que, en una reunión de todos los magos y elfos, afirmó que podía oscurecer los cielos y cambiar todas las estrellas por ratas.

Todos los presentes dijeron: “Si realmente tienes tanto poder, si puedes cumplir lo que dices, entonces serás nuestra reina.”

Diana salió entonces al exterior, cogió la vejiga de un buey y una moneda de bruja que tenía el borde tan afilado como un cuchillo y recogió la tierra, y con ella y muchas ratas llenó la vejiga hasta que la hizo estallar.

Entonces se produjo una maravilla, porque la tierra que había puesto en la vejiga se convirtió en una bóveda celeste por encima de los reunidos, y durante tres días llovió sobre la Tierra: las ratas se habían convertido en estrella o en lluvia. Y habiendo hecho el cielo, las estrellas y la lluvia, Diana se convirtió en la reina de las brujas; se convirtió en el gato que reinaba sobre las ratas estrellas, el cielo y la lluvia.


Como podéis ver, de una simple gota pueden nacer miles de diminutas gotas que lleguen a formar un inmenso océano.  Es por esto que mucha gente no tiene ni idea de lo importante que fue una civilización como la celta y de su repercusión en culturas posteriores de todo el mundo. Yo sólo os dejo una reflexión: Si no hubiese existido Danu ni su predecesora indoeuropea…. ¿Conoceríamos la mitología tal como la conocemos hoy en día?


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