miércoles, 1 de junio de 2011

Personas empáticas


La empatía suele definirse como "la capacidad del ser humano para percibir e incluso experimentar en sí mismo los estados emocionales de sus semejantes.” Esta peculiar cualidad tiene una base científica demostrada y para nada es un fenómeno paranormal por mucho que determinados colectivos se empeñen en demostrar lo contrario.

Etimológicamente la palabra empatía viene derivada de la palabra sympathy («lástima, compasión) de la cual deriva la palabra inglesa empathy que se puso de moda durante la Ilustración europea. Fue el economista escocés Adam Smith en 1759 el primero en escribir un libro sobre los sentimientos y emociones humanas, y el primero en acuñar, junto con filósofos y escritores de la época, el término sympathy que significaba lamentar la desdicha de una persona. La palabra empatía aparecería por primera vez en su forma alemana (Einfühlung) en 1872, en los libros del alemán Robert Vischer que la empleó como una proyección de la propia sensibilidad del observador hacia las obras de arte. Wilhelm Dilthey utilizó el término posteriormente para referirse al proceso mental por el que una persona se pone en el lugar de otra y acaba conociendo sus sentimientos y pensamientos.

Finalmente, en 1909, el psicólogo estadounidense E. B. Titchener tradujo el término alemán a la palabra inglesa empathy definiéndolo como el proceso por el que una persona entra en el estado emocional de otra persona que sufre, sintiendo su dolor como si fuera el suyo propio.

Fue más tarde, en 1990 aproximadamente, cuando Giacomo Rizzolatti al frente de sus colegas neurocientíficos de la Universidad de Parma, descubrió la base científica sobre la que descansa el fenómeno de la empatía: un tipo de neuronas con la que todos nacemos situadas en la corteza del cerebro (la zona donde se inicia el aprendizaje) denominadas "neuronas espejo". Estas neuronas serían las que permitirían el "acceso" de una persona a la mente de la otra, a entenderla, asimilar el proceso mental de la otra persona automáticamente y emularla inconscientemente. De aquí proceden reacciones empáticas como el contagio del bostezo, por ejemplo, algo que todos hemos experimentado alguna vez al observar a una persona a nuestro lado bostezando. 

Cuando una persona observa o imagina el estado emocional de un semejante, se genera de manera automática (sin requerir voluntad ni esfuerzo, sin poder controlarse) una representación "espejo" de ese estado en su cerebro y se llegan a simular las mismas respuestas fisiológicas asociadas al estado emocional de la persona observada. En algunas personas, de forma extraordinaria, esta asimilación llega a ser tan intensa que pueden percibir en sí mismos todas las informaciones sensoriales de su semejante, incluso a distancia. 

La empatía se convirtió, a raíz de estos descubrimientos, en un concepto nuevo con mucha fuerza siendo el objeto de debate entre diferentes especialistas. Diversas investigaciones científicas secundadas por V. Ramachandran o más tarde por Stuart Derbyshire descubrieron que estas neuronas están muy asociadas con los procesos responsables del dolor. En diferentes pruebas llevadas a cabo en California, el equipo de Ramachandran observó como los pacientes que eran pinchados con una aguja experimentaban los mismos procesos mentales que cuando observaban a otra persona que recibía ese mismo pinchazo. En algunas personas especialmente sensitivas incluso el dolor ajeno se convertía en parte del propio presentando un tipo de sinestesia especifico denominado Toque Espejo. Estas personas llamadas “personas espejo” eran capaces de captar los detalles de interlocutor y hacerlos propios, emociones, valores, sentimientos, conocimientos (son imitadores inconscientes). ¿Cómo es posible? 

El dolor ajeno activa determinadas áreas cerebrales que procesan los aspectos relacionados con el dolor permitiéndoles a estas personas experimentar el sufrimiento de su congénere. Estos circuitos se encuentran en la corteza del cerebro de la ínsula anterior y la corteza cingulada media que también activan al mismo tiempo, el área relacionada con los sentimientos y las emociones

Sin embargo también se llegó a la conclusión de que muchas otras personas no conectaban para nada con el dolor ajeno y eran prácticamente impasibles ante ello experimentando un proceso mental casi nulo de este tipo de neuronas. Eso explica porque hay personas más predispuestas a la empatía y otras en cambio, son por así decirlo, inmunes a ese tipo de sensibilidad emocional. De esta forma, podemos hablar de diferentes grados de empatía que dependerán de las habilidades innatas particulares de cada persona

Algunos podéis pensar…si somos empáticos por naturaleza ¿Por qué somos los seres humanos tan violentos? Precisamente por las neuronas espejo las cuales nos ayudan a imitar. Una persona puede no ser violenta pero si todos los miembros de su familia o etnia se comportan de forma violenta, la psicología del individuo asimilará esa conducta y la tomará como propia. Evidentemente hay casos en los que la propia persona puede rechazar esa psicología al observar otras etnias cuyo comportamiento es distinto. Las neuronas espejo inconscientemente asimilarían la conductas o costumbres de esas otras personas pacificas y le mandarían al individuo un mensaje inconsciente de cambio de aptitud rechazando lo anteriormente aprendido. En otros casos las neuronas espejo no son capaces de aprender otra conducta que la más habitual y de más experiencia, la vivida por la persona en su propia etnia. Como veis es un tema que da para muchos estudios sobre todo de psicología en la que no solo influye la empatía sino muchos otros factores. Es algo bastante complejo.

Ramachandran, sin embargo, fue más allá de todas estas suposiciones ya que especuló sobre la relación que tienen estas neuronas con las habilidades innatas de nuestros antepasados prehistóricos y de su evolución y capacidad de aprendizaje sobre algo tan básico como el lenguaje, algo que aprenderían los unos de los otros gracias a la observación e imitación, es decir, gracias a las neuronas espejo. También sugirió que este tipo de neuronas podrían ser responsables incluso de la habilidad de leer la mente, la telepatía, algo que por supuesto no fue demostrado, y que sirvió para que muchos parapsicólogos usaran la empatía como principal justificación para sus disparatadas y fantasiosas teorías. 

Tal como proponen diferentes investigadores, no leemos la mente pero sí tenemos una gran capacidad para deducir las intenciones de otras personas, predecir su comportamiento e incluso asimilarlo inconscientemente. El observador, en este caso, realiza una simulación automática, inconsciente y sin inferencias de las emociones y sensaciones llevadas a cabo y vividas por el observado. De esta forma, a través de la observación en la otra persona de su lenguaje corporal, el tono de voz, los movimientos, el tipo de palabras que dice, la lógica empleada… hacen que el empático, de forma totalmente inconsciente, pueda sentir y deducir las emociones de esa otra persona.

Esta respuesta emocional compartida y simulación emocional constituyen una base biológica fundamental para comprender la mente del otro pero evidentemente no sirve para adivinar los pensamientos del otro como si de un comic de superhéroe se tratase.

Un "empático" es, por tanto, una persona que ha nacido con variaciones únicas del sistema nervioso central, es decir, con más neuronas espejo de lo que suele tener una persona normal como promedio. Ello significa, que su cerebro está configurado de manera diferente y que el sistema nervioso funciona de distinto modo en el cuerpo convirtiéndose así en una especie de esponja humana emocional. Son observadores de pequeños detalles que a los demás les pasan desapercibidos; repito no leen la mente pero pueden deducirlo de forma muy aproximada. 

Este tipo de personas suelen tener un  grado elevado de sensibilidad emocional muy difícil de controlar por ellos mismos. Además son muy intuitivos debido a la interacción que se da entre la red neurológica extremadamente sensible y la naturaleza emocional. Suelen sentir las emociones de los extraños muy rápidamente por asociación inconsciente a personas similares. Esto hace que sean excelentes médiums intuitivos, es como si ellos mismos fueran el  principal conducto hacia el pozo donde reside cualquier tipo de energía psíquica o emocional; sin embargo muchas veces no son conscientes de ello lo que hace que se sientan a menudo confundidos o saturados por tanta información subliminal.   

A menudo esta es la consecuencia fundamental de que los empáticos tiendan a moverse guiados por sus sentimientos y sentidos y frecuentemente sufran de algún tipo de desorden fisiológico o mental o sean muy propensos a ello.  A pesar de tener una excelente memoria emocional no ocurre lo mismo con la memoria propiamente dicha de recordar datos, fechas, nombres…suelen ser muy despistados en ese sentido y olvidar cosas que incluso acaban de memorizar, ver o escuchar. Este es un motivo por el que varios psicólogos o parapsicólogos suelen distinguir entre empáticos pasivos u activos.

Los empáticos pasivos sólo son sensibles a las emociones y circunstancias de los demás, incluidos daños físicos. Los activos pueden hacer sentir a los demás o les equilibran. Son esas personas que con su sola presencia infunden seguridad o paz, que nos dan energía y ganas de hacer cosas. Absorben lo negativo y sobrante o nos hacen que nosotros mismos nos relajemos en su presencia. 

Existe también la distinción de empáticos físicos, es decir, aquellas personas capaces de sentir físicamente aquello que sienten los demás, dolores, enfermedades… etc. que a su vez se dividen también en activos (producen sensaciones físicas en los demás) o pasivos (Solo son sensibles a recibir el dolor ajeno sin llegar a perder su propia identidad).

Investigadores o estudiosos de esta materia han aportado una clasificación más seria y estudiada que es la de la empatía cognitiva (comprensión del estado interno de otra persona) y la empatía emocional (percepción y reacción a las emociones ajenas, involucra una reacción emocional por parte del individuo que observa las experiencias de otros y se coloca en el lugar del mismo).

Otras consecuencias de la empatía (un don no muy apreciado por este tipo de personas que en ocasiones lo consideran una tortura) pueden ser la ansiedad (producida supuestamente por la sobrecarga de estímulos e información intuitiva que reciben), depresión (causada por la impresión de no ser una persona normal lo que puede repercutir en sus pocas habilidades sociales), o desordenes bipolares o mentales. Sin embargo, usada con fines beneficiosos, puede lograr éxitos importantes y mejoras en las relaciones sociales usando la empatía como ventaja frente a otras personas con una capacidad empática inferior y poco desarrollada. No obstante, se debe tener cuidado ya que si el empático sufre una importante carga emocional del observado, puede fácilmente interpretar la información que recibe de forma errónea, y por ello, obtener conclusiones completamente erróneas. Por este motivo, la empatía debe servir como un indicador, pero nunca determinante ya que siempre hay un margen de error.

La existencia de este tipo de personas empáticas puede ser el origen de leyendas urbanas como los vampiros psíquicos, los gafes, los sanadores astrales, etc…eso sí, podemos decir con seguridad que todos somos en cierta medida empáticos ya que, ¿Quién alguna vez, no ha asociado alguna persona que acabó de conocer, con otra que ya conoció, partiendo de la observación lógica de unos hechos o una pauta conocida guiada por la experiencia que nos da pie a deducir la conducta de la persona conocida en el futuro?

Por tanto, la empatía es empírica, ya que es como una experiencia adquirida a partir de las emociones de los demás a través de las perspectivas tomadas de éstos y una habilidad cognitiva, que es inherente al individuo desde que nace, dando pie a la calidez emocional, el compromiso, el afecto y la sensibilidad. Es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales. Como tal es un sentimiento cuyo desarrollo requiere una cierta clase de inteligencia. Quienes padecen autismo o determinadas psicopatías tienen dañada esta capacidad cognitiva causando una habilidad intersocial limitada y deficiencias en la comunicación verbal.

Hoy en día, los educadores, han asociado empatía con “inteligencia emocional” señalando que la persona tiene que ser consciente de las emociones y sentimientos tanto de uno mismo como de los demás y saber comportarse en consecuencia socialmente, es decir, tener empatía, ponerte en el lugar del otro. Podemos deducir fácilmente que esta nueva evolución de la empatía viene especialmente dada por la creciente deshumanización que experimenta nuestra sociedad, excesivamente tecnológica, tan harta de ver sufrimiento ajeno (tanto en películas, como en noticias o televisión) que prácticamente se ha vuelto impasible hacia él. Este es el principal motivo por el que en países como en Estados Unidos se pugne por un sistema educativo cuya empatía sea una asignatura obligatoria en los colegios, favoreciendo el desarrollo psicológico y social de los niños.

Como veis, la empatía nos permite mostrarnos receptivos y mimetizarnos en cierto grado con la otra persona lo que produce una poderosa fuerza de vinculación. Es más, recientes pruebas científicas nos señalan como una especie básicamente empática, origen de nuestras mayores virtudes y nuestros peores defectos. Pensad que al igual que ciertas cualidades, habilidades y virtudes nos vienen dadas de forma innata desde nuestro nacimiento, lo mismo va a suceder con el mayor o menor desarrollo de las neuronas espejo

La empatía no es buena ni mala, es un don innato que en algunas personas se desarrolla demasiado hasta el punto de percibir el dolor ajeno y en otras en cambio su presencia es casi nula llegando a ser impasible frente cualquier tipo de estimulo emocional. ¿Ciencia ficción? 

No. Ciencia. Solo tenemos que esperar a que surjan más avances que nos ayuden a comprender más estos procesos y de paso poder curar ciertas enfermedades asociadas a la empatía. 

Artículo dedicado a Morgana


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